Hipótesis de partida
En este proyecto queremos analizar y documentar el panorama asociativo de la emigración española a América en a partir de la década de los sesenta hasta final de siglo prioritariamente, un periodo apenas abordado por la historiografía, una etapa en la que se frena la emigración y comienza el retorno, cuando nuevas dinámicas acontecieron, según diferentes causas, coyunturas y modos, en destinos urbanos tan representativos por la concentración de residentes como Buenos Aires, La Habana o Caracas.
En la etapa de freno migratorio, a partir de la década de los sesenta, las asociaciones españolas en América van a manifestar una significativa transformación. Si bien muchas van a desaparecer, otras se van a mantener activas reformulando sus estrategias de continuidad, sus alianzas y sus conexiones con las autoridades consulares e instituciones del lugar de origen, siguiendo diferentes procesos según factores y coyunturas.
La elección de las tres urbes señaladas nos permite analizar tres contextos con marcadas diferencias. El caso de Caracas plantea el interés de verse revitalizado el tejido asociativo debido a una fuerte inmigración española de carácter económico y también político a mediados del siglo XX. No en vano, de las casi 90 sociedades españolas documentadas en Venezuela entre 1930 y 2000, la mayor parte se fundaron entre 1958 y 1988, y algo más de un tercio se concentran en la capital del país. El caso opuesto es el de La Habana a partir de 1959, con una acción estatal restrictiva hacia el asociacionismo español que produce una significativa retracción del tejido asociativo, resistiendo mejor en el caso de la capital. Finalmente, en el caso de Buenos Aires, a pesar de ser el modelo más estable y continuista, el asociacionismo español sufrirá en este periodo un proceso de decadencia, como sucede en el resto de América Latina.
Uno de los aspectos que parecen cruciales es el impacto de las políticas de los estados argentino, venezolano y cubano en el asociacionismo español. El despliegue de sistemas estatales de educación, sanidad y protección social, las crisis económicas (como las vividas en Venezuela en la década de 1980 o en Cuba durante el “Periodo Especial”) y los procesos inflacionistas (particularmente intensos en Argentina a partir de 1948, que hacen financieramente inviables algunos servicios prestados por las asociaciones), así como los contextos políticos particularmente sensibles en términos de nacionalismo, son procesos que tendrán un efecto particularmente intenso en las sociedades de socorros mutuos y en las genéricamente españolas, pero que condicionan particular y globalmente la evolución de todo el tejido asociativo objeto de estudio.
Otro de los aspectos que más influyen en el contexto y sobre el que redundamos más adelante, es la relación entre las instituciones españolas y las asociaciones en la emigración, desde un estado de inicial atonía hasta un proceso de vinculación a partir de la recuperación de la democracia en España, lento inicialmente y acelerado a partir de la década de 1990, pero desigual en todo caso, con un destacado papel de las comunidades autónomas en ello.
Más allá de los procesos de extinción de numerosas asociaciones debido a los procesos históricos ya referidos en la sección anterior, creemos necesario abordar la supervivencia de las asociaciones desde sus dinámicas internas. En el caso de Caracas opera claramente el influjo de un exilio cualificado como el vasco, y de una emigración económica muy significativa hasta principios de la década de 1970. En el caso de Buenos Aires, el potente tejido asociativo pudo sostenerse gracias a las inercias señaladas, al menos hasta la década de 1980 en el que se reformula una nueva relación con España. En el caso de La Habana, además de una misma inercia de un asociacionismo otrora potente, el mantenimiento de muchas sociedades se pudo formular en términos de refugio social y económico, a través de prácticas de apoyo mutuo, sentidos de identificación y, a finales de siglo, ayudas económicas recibidas desde España y canalizadas en parte a través de las asociaciones.
En el conjunto de estos procesos, encontramos a las mujeres, jóvenes descendientes de los directivos, ocupadas en tareas de organización de actividades culturales –como las referidas al folclore regional y nacional- o asistenciales -como el cuidado de los ancianos o el mantenimiento del panteón de la sociedad-. A pesar de esta posición subalterna, creemos que su rol es fundamental en la continuidad de las asociaciones, siendo esta una hipótesis central en la investigación. Por otro lado, creemos poder encontrar conflictos intergeneracionales, así como el progresivo protagonismo de las mujeres en espacios claramente gerontocráticos y masculinizados, motivos por los cuales muchas optaron por salir de las asociaciones y, las más comprometidas políticamente, por reconducir su compromiso hacia la militancia en organizaciones de la sociedad receptora.
En resumen, focalizamos nuestro interés en las dinámicas y prácticas asociativas, en las coyunturas y actores que influyeron en ellas, y en cómo pudieron contribuir a su sostenimiento o desaparición. En estas transformaciones asociativas entendemos que los estados, tanto en el país receptor como en el emisor, han tenido un papel clave: su progresiva presencia en los procesos de incorporación es uno de los elementos que diferencian al asociacionismo de las migraciones masivas de europeos a América del asociacionismo de las migraciones latinoamericanas actuales a Europa (Moya 2005). El asociacionismo español en América se verá transformado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX por efecto del proceso de nacionalización del estado receptor y su objetivo asimilacionista, a través de políticas asistenciales y educativas primero, y desde la celebración de la diversidad cultural desde mediados de los ochenta. A su vez, la situación política del país emisor, España, ejercerá su influencia en los cambios que se producen en las asociaciones particularmente en el último cuarto del siglo XX. La situación política en España, en la transición de la dictadura a la democracia, afectará a la pervivencia de las asociaciones republicanas y las defensoras de los exiliados y nacionalistas. Así mismo, la acción decidida de algunas comunidades autónomas españolas a partir de mediados de los ochenta, llevará a recuperar o crear relaciones con las entidades provinciales y microterritoriales, enviar ayudas económicas y fomentar la vinculación del asociacionismo a través del federalismo. En ello jugará un papel destacado la recuperación del voto exterior posiblemente más como herramienta de reafirmación política e identitaria que por su impacto electoral en España. En medio de estas dinámicas, la geopolítica condiciona el proceso migratorio de incorporación, como señalan Gupta y Ferguson (1997) de tal manera que la conversión de América Latina en subcontinente emisor, salpicado de crisis políticas y económicas y receptor a su vez de nuevas migraciones desde los países limítrofes, frente a la conversión de Europa en lugar de inmigración, cambiará la imagen de estas entidades y del país de origen.
En un plano más teórico, en un momento en que España es un país receptor de inmigrantes, el estudio del asociacionismo migrante español en América durante la década de los sesenta y posteriores, quiere contribuir al diálogo entre historiadores, sociólogos y antropólogos. ¿Podemos suponer que la época de los sesenta supone una frontera temporal entre las viejas migraciones (las históricas, de europeos a América) y las nuevas, de latinoamericanos, asiáticos y africanos a EEUU, Canadá, Australia, etc. o extracomunitarios a Europa)? Las primeras han sido abordadas por los historiadores, las segundas por los sociólogos y antropólogos, por ello, nos parece fundamental que los historiadores (con formación y experiencia además en otras disciplinas como es el caso de los IP de este proyecto) puedan aportar a este debate sobre el proceso de incorporación de los migrantes a la sociedad receptora (Merino 2011) o la formulación de nuevos parámetros de vinculación con la sociedad española (Dacosta 2020). Como bien se ha advertido, los historiadores han desenmascarado supuestas nuevas tendencias de análisis, como el transnacionalismo o el declive de la segunda generación “como vino viejo en botella nueva”, necesitándose de espacios de encuentro interdisciplinar (Lucassen 2002: 85). Por fortuna, en un intento por superar esta situación, José Moya, historiador de la emigración española a Argentina y miembro de nuestro equipo, fue llamado a contribuir en un monográfico sobre asociacionismo e integración en Europa para el prestigioso Journal of Ethnic and Migration Studies. Por ello, el conocimiento histórico nos permite repensar académicamente la entidad y utilidad de conceptos tales como “integración”, “asimilación”, “pluralismo cultural” o “identidad”. ¿Estamos ante las herramientas conceptuales apropiadas? ¿Cuáles son las dinámicas propias del proceso de incorporación? ¿Cuál es el papel de las asociaciones cuando los inmigrantes llevan décadas asentados? ¿Qué incentivos pueden explicar la participación de descendientes de inmigrantes u otros en las asociaciones cuando éstas ya no proporcionan los beneficios (servicios, seguridad y sociabilidad entre paisanos) para lo que se fundaron originalmente? ¿Qué coyunturas favorecen o frenan la continuidad de estas instituciones? ¿Cómo interpretar la pervivencia de estas entidades si los socios son hijos o nietos que ni nacieron ni visitaron el lugar de nacimiento de sus padres o abuelos? Estas preguntas solo pueden responderse desde una necesaria perspectiva histórica y crítica.