Justificación y contribución del proyecto

La historiografía se ha ocupado de la emigración española y de sus instituciones en América para la época de la migración masiva (finales del XIX y 1930) y su repunte a fines de la década de 1940 y la de 1950. También ha abordado la emigración masiva de la década de 1960 y 1970 a Europa incluyendo el estudio de su asociacionismo. En estas etapas análisis del asociacionismo español en América ha arrojado luz sobre el papel de los líderes, sus conexiones con el republicanismo y el exilio español (Mateos 2018, Velázquez 2020, Rueda 2008 y 2014, Llordén 2008, Ortuño 2011, Zubillaga 2008 y 2009), el mutualismo (Llordén 1995, Gil 2011), la creación, composición, ubicación, naturaleza, funciones y consolidación de las asociaciones (Moya 2005) según países: Argentina (Fernández y Moya 1999, Moya 2004, Fernández 2008), Cuba (Vidal 2005, Llordén 2014, Blanco 2014), Venezuela (Dávila 2014), Uruguay (Zubillaga 2008, Velázquez 2020), Estados Unidos (Rueda 2010, 2014), Brasil (González 2020, 2018, 2014 y 2008, Cánovas 2008) y México (Kenny 1979, Pla Brugat 2001; Rodríguez Galdo 2004, Rodríguez y Losada, 2005, Ordóñez 2008 y 2011, Gil 2011). Sin embargo, apenas se han abordado las instituciones, asociaciones y sociabilidad de los inmigrantes españoles en América a partir de 1960.

Otro campo abordado han sido las dinámicas de identificación nacional y regional en el sentido de clasificaciones culturales que orientan la acción comunitaria (Marquiegui 1999, Blanco, Dacosta y Sánchez 2014, Núñez Seixas 2014, Dacosta y Blanco 2020). De forma particular se han destacado las conexiones entre las “sociedades de instrucción” y las corrientes nacionalistas en el lugar de origen traducidas en no pocos casos en un “paesanismo” identitario (Núñez Seixas 1999, 2011 y 2020). Las funciones de ayuda a los coterráneos y el interés de algunos dirigentes por el posible eco político en sus aldeas o provincias natales es, hoy en día, un tema importante que se vincula a las reflexiones de Devoto (1999) recordando que muchos emigrantes buscaban el reconocimiento a ojos de sus paisanos que no habían emigrado y consideraban el retorno como parte de su proyecto migratorio.

Para Argentina, principal destino migratorio americano, estos aspectos se han estudiado en el caso de las asociaciones gallegas (Vidal 2005, Fernández 2001, Núñez 1999, De Cristóforis 2016, Farías 2018), asturianas (Llordén 2008), castellanas (Marquiegui 1999, Blanco Rodríguez 2018, 2020, Dacosta y Blanco 2019 y 2020), catalanas (Fernández 2008, Morales 2014), vascas (Álvarez Gila 2010, 2011, 2014 y 2020, Ramos 2010, 2013, 2014, 2020, Irianni 2010 y 2014). Entre otras líneas de estudio destaca la centralidad de las redes migratorias en los estudios de liderazgo étnico (Bjerg y Otero 2006, Da Orden 1999) y en el control de los emigrantes (Moya 2004, Núñez Seixas 2006) así como el papel de las asociaciones en las relaciones comerciales entre los países origen y recepción (Fernández 2001). En el caso de Cuba, este periodo de creación y consolidación asociativo se ha abordado fundamentalmente desde la perspectiva institucional y de las relaciones de las colectividades migrantes con España. Así ocurre, por ejemplo, con la sociabilidad migrante gallega (Naranjo, 1988, Sixirei, Campos y Fernández, 2001, Vidal 2001, Núñez Seixas 2007), la asturiana (López Álvarez 1993, Gómez 1996, Llordén 2008), la colectividad catalana (Maluquer 1988, Chávez 1989, Sonesson 1995, Yáñez 1996, Ferrán Oliva 2009, Ruiz 2015), la canaria (Medina Rodríguez 2008, Guerra López 2008 y 2009, Hernández González 2009) o la castellana y leonesa, entre otras.

Otros focos de interés han sido la dimensión política y el exilio español en América desde la I República española hasta la primera etapa de la dictadura franquista (Duarte 1998, Sánchez Albornoz y Llordén 2003, García 2010, Ortuño 2011), las instituciones culturales dispuestas a apoyar el movimiento americanista (Cagiao y Rey 2006, Dalla Corte y Prado 2006, Prado 2008) y, también, la acción del Estado Español que, aun en su debilidad, se servía de sus consulados para tratar de dar una cobertura mínima, ofreciendo -formal o informalmente- información, contactos y gestión que facilitaran su instalación y dejaran la puerta abierta a su eventual retorno (González y Reguera 2010) sirviéndose de las asociaciones más afines a las autoridades (Garmendia 1981, Merino 2012).

Para América, hay varios grupos que han realizado contribuciones relevantes para el periodo entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX desde la Universidad de Santiago de Compostela (Cagiao, Núñez Seixas), Vigo (A. Losada), Salamanca (Blanco, Mira), Huelva (Márquez), Cádiz (Pérez Murillo), País Vasco (Álvarez Gila), CSIC (Naranjo), Complutense (Navarro Azcúe), UNED (Alted), Barcelona (Yáñez) o San Pablo CEU (Sánchez Alonso). Sin embargo, no se han podido dedicar esfuerzos similares a las etapas posteriores. Al cambiar el rumbo de las corrientes migratorias, los estudios que han abordado el asociacionismo emigrante español en relación con el exilio o la contestación política a la Dictadura para la segunda mitad del siglo XX se centran en los destinos europeos, relevando claves sobre su papel en contexto de la acción de sindicatos, Iglesia y gobierno franquista (Babiano y Fernández Asperilla 1998 y 2020, Fernández Asperilla 2011, Lillo 2011, Fernández Vicente 2020).

Hay varias razones que podrían explicar este estado del arte. De un lado, la enorme dimensión del fenómeno hasta mediados del siglo XX; de otro, los problemas que presenta la documentación de las asociaciones españolas para la segunda mitad del siglo XX; y, en tercer lugar, el declive migratorio español que tiene una correspondencia en la desaparición y atonía de este tejido asociativo. De hecho, entre 1959 y 1967 llegaron 259.859 españoles a América, un volumen notable pero mucho menos significativo que el de las viejas migraciones o la entonces nueva emigración a Europa, donde la cifra se duplicaba (Palazón 1993: 120): 70.000 españoles llegaban a Argentina mientras otros 60.753 retornaban hacia España; cerca de 100.000 iban a Venezuela mientras 87.000 retornaban; y 3.560 regresaban de Cuba (Palazón 1992) y otros marchaban a nuevos destinos como Miami. De este modo, si en 1960 se estima que había más de 1,26 millones emigrantes españoles en América, en 1970 la cifra se había reducido a 1 millón, de los cuales en Argentina residían 540.100 y en Venezuela casi 150.000. A pesar de todo son cifras significativas incluso en Cuba: los 74.026 españoles representaban la mitad de los extranjeros de la isla (Palazón 1992). A efectos de la versión oficial del estado franquista, se asistía a la altura de esa década a una “emigración selectiva” (Mateo Vázquez 1968), discursos y políticas que merece la pena explorar para las asociaciones españolas.

Para comprender estos procesos se ha asumido, como explicación, el retorno y la falta de nuevos aportes migratorios. También la asimilación de los emigrantes y, sobre todo, de sus descendientes, además de otros fenómenos como la exogamia, el envejecimiento o la mortalidad que merman la presencia de inmigrantes en las asociaciones y, con ello, su fortaleza institucional (Germani 1981, Devoto 1993). En efecto, como consecuencia de los retornos y del envejecimiento, en 1970 la población española residente en Argentina era de edad avanzada, su tasa de actividad era inferior al 50% y había más mujeres que hombres, mientras que en Venezuela se trataba de una población mucho más joven, sólo el 8% tenía más de 60 años y la tasa de actividad era superior al 50%. La mayoría residía en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, y el fenómeno se repite en el Distrito Federal de Venezuela y en los municipios que componen la provincia de La Habana (Palazón 1992). El descenso de la población nominalmente española se va a reducir en todos los países americanos hasta que, después de 2007, repunten las estadísticas como efecto de los procesos de nacionalización al amparo de la Ley 52/2007, más conocida en América como “Ley de Nietos” (Merino 2012). A su vez, en la década de 1990, comenzará una etapa de revitalización, cuando en España se renueve el interés institucional por esta emigración al compás de la consolidación del “Estado de las Autonomías”, la conversión de España en país receptor de inmigración y la modernización del aparato burocrático y estadístico necesario para gestionar las migraciones. Como parte de este renovado interés por sus emigrantes, incluido el reconocimiento legal de derechos de esa población emigrada y sus descendientes, en España se desarrollarán programas de atención que responden a sus demandas y que, en muchas ocasiones, son canalizadas a través de las asociaciones que aún perduran (Merino 2012). Más allá de lo estrictamente demográfico, otros factores económicos y políticos incidirán en la evolución del asociacionismo en Argentina, Cuba y Venezuela, que deben abordarse como hipótesis de trabajo.

Como consecuencia de todo ello, el estudio del asociacionismo migrante española en América apenas se ha abordado para después de 1960. Hay algunos trabajos compilados en Blanco y Dacosta (2014, 2020), (2018) y Núñez y García (2020), que llegan a mediados de la década de los setenta. También hay ensayos para el periodo de 1990 a 2010 como los de Merino (IP de este proyecto) sobre la actualización del vínculo de las entidades de Buenos Aires con España (2012, 2020). También contamos con algún trabajo para Venezuela (Blanco y Perfecto 2003, Dávila 2014, Correa 2017) en el que se distinguen dos periodos, 1956-1965, en el que la llegada de nuevos contingentes tiene un efecto multiplicador en el tejido asociativo, y 1976 y 1985 en el que los centros españoles dejan paso al asociacionismo d regional. Para el caso cubano contamos con más trabajos para después de 1960. A ellos ha contribuido el otro IP de este proyecto, Arsenio Dacosta, junto a Juan Andrés Blanco con estudios de contexto y monografías longitudinales sobre asociaciones castellanas y leonesas en conjunto o en estudios de caso que abarcan toda esa cronología hasta el presente (Blanco, Dacosta et al. 2014, 2017, 2019, 2020). A ellos se suma el trabajo sobre las colectividades gallegas en La Habana que alcanza hasta finales de la década de 1960 (Vidal 2005) o el realizado para la Vasco-Navarra que desborda el siglo XX (Ramos 2014). Para el periodo objeto de análisis y el conjunto del asociacionismo español en Cuba (desde los modelos de corte político hasta los ensayos de federaciones regionales) el único trabajo de síntesis es uno reciente de Juan Andrés Blanco (2020) con algunos ensayos previos de Guanche (1991) y del propio Blanco (2018).

En lo que se refiere a las fuentes para el estudio del asociacionismo de la emigración española a América son de referencia los archivos estatales tanto en España (AGA, archivos de los ministerios de con competencia en asuntos exteriores, emigración y trabajo, el Portal de Movimientos Migratorios Iberoamericanos de PARES) como en los países de acogida (los archivos nacionales de Argentina, Cuba y Venezuela son, sin duda, los más importantes por volumen). Se trata de fondos que, en gran medida, están por explorar para el fenómeno asociacionista, y que se complementan con otros especializados. Para nuestro objeto son más relevantes, si cabe, los repositorios documentales que se han ido creando en distintas regiones españolas como el Archivo de Indianos en Asturias (1987), el Arquivo da Emigración Galega (1992), el Museo de la Emigración Gallega en la Argentina en Buenos Aires (2003), el Centro de Estudios de la Emigración Castellana y Leonesa (2011) o el Archivo de la Diáspora Vasca (2019) entre los más señalados. Estas iniciativas y el peso de la digitalización en las mismas se están valorizando como objeto de investigación (Villares et al. 2011, Álvarez Gila 2010, 2020, 2020, Álvarez Domínguez 2020, Álvarez, Fernández y Sánchez 2020, Dacosta 2020, Cagiao 2020) por todo que implican de dispositivo político e identitario y como vectores de conservación del patrimonio asociativo. Como señalaremos después, desde un enfoque archivístico y con un carácter de emergencia, estos repositorios han recurrido fundamentalmente a herramientas digitales que plantean nuevos desafíos (Rodríguez y Manfredi 2020). El volumen de lo recuperado es, ciertamente, notable pero, debido a una estrategia de valor y emergencia, se ha puesto el foco en la documentación más antigua, primando tipologías documentales tales como los libros de actas, documentos de secretaría, memorias de actividad o prensa asociativa.

La historiografía se ha centrado en el análisis de la documentación de las asociaciones desde finales del siglo XIX a mediados del siglo XX. Para el periodo posterior, la documentación se hace más escasa o incluso prácticamente desaparece, como ocurre con la prensa asociativa. Otra tipología documental de interés es la fotografía que, a pesar del gran volumen estimado –solo en parte recuperado-, se ha utilizado bien de forma complementaria en el análisis del asociacionismo migrante bien como repositorio de memoria (Fernández y Argeo 2015). A pesar del reconocimiento del valor heurístico de estos materiales (Da Orden 2004, Calvo Salgado 2009, Manfredi 2010), el trabajo referido a las asociaciones españolas está por hacer. Relacionado con lo anterior, está el análisis de los fondos fílmicos. El tema se ha abordado desde la perspectiva de los estereotipos sobre el inmigrante español en el cine producido en Argentina o USA (Núñez Seixas 2013, Álvarez Gila 2018) pero apenas se ha abordado la producción cinematográfica desde las asociaciones españolas, aunque contemos con estudios para Galicia (González 1996) y con una síntesis reciente de conjunto para América (Álvarez Domínguez 2020). En los últimos años también se ha desvelado la importancia de la documentación familiar para el conocimiento de las dinámicas internas del asociacionismo español en América. Diversos estudios van desvelando su papel en dos sentidos paralelos: la conservación de fondos asociativos en los mismos, y la construcción de una autoimagen sobre el papel de las sociedades en la socialización de los emigrantes (Soutelo 2011, Núñez Seixas 2011, Angulo y Álvarez Gila, 2016, Dacosta y Blanco, 2020, Monteagudo, 2020). Finalmente, y no con menor valor, está el análisis de testimonios personales, bien a través de la recuperación y análisis de materiales biográficos, bien a través de entrevistas  (Núñez Seixas y Farías 2010, Merino Hernando 2012, Monteagudo 2020) ocupando todo ello un lugar central en los archivos especializados sobre el asociacionismo migrante (Alba Monteserín et al. 2011, Dacosta 2020).